Un premio inmerecido y una jugada fallida de la FIFA
Es una contradicción escandalosa que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) haya otorgado un Premio de la Paz al presidente Donald Trump durante el sorteo de la Copa Mundial. Esta decisión no solo es una jugada fallida; mancha la credibilidad de un galardón que, según su promotor, busca reconocer a quienes «trabajan excepcionalmente por la paz y unen a las personas».
Mientras Trump recibía el reconocimiento en el Centro Kennedy de Washington, su administración continúa impulsando políticas migratorias agresivas que dividen y vulneran derechos humanos. El mismo mandatario ha reiterado su intención de detener «permanentemente» la inmigración procedente de países pobres, con críticas especialmente dirigidas hacia comunidades como afganas y somalíes. Este discurso y las políticas que lo acompañan son todo menos un ejemplo de paz o unidad.
La entrega del premio por parte del presidente de la FIFA, Gianni Infantino —en un evento con la presencia de mandatarios como la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro de Canadá, Mark Carney— resulta cínica ante la ampliación de restricciones de viaje anunciada por el gobierno estadounidense, que afectará a más de 30 países. Mientras se promueve un «Pase FIFA» para agilizar visas a aficionados, se extienden exclusiones basadas en la nacionalidad y el origen.
La FIFA ha convertido lo que debería ser un gesto de coherencia ética en un acto de oportunismo político, desvinculado de los valores que dice defender. Premiar a una figura polarizante, en un momento de redadas migratorias y retórica excluyente, no acerca al mundo, lo divide. El fútbol debe ser un espacio de encuentro, no un escenario para blanquear contradicciones tan profundas.
Este premio, lejos de honrar la paz, la deshonra.
Fuente: Granma, Cuba